Esta mañana he ido a pasear por el llano de las huertas, la vega del
Guadalete que se extiende a los pies de Arcos y de La Casa Grande. He
bajado andando desde el hotel. Cruzando la zúa del molino de la Molina
he decidido seguir una ruta nueva bordeando el río en lo que parecía un
sendero sin salida. Ha sido un descubrimiento. Mi sorpresa iba en
aumento. Me adentraba en un paraje insólito, casi salvaje, solitario,
donde la vegetación reina a sus anchas, se escuchan y se ven los
pájaros, los peces en el río. La primavera empieza a despuntar, brotes,
capullos y hojas reflejan como espejuelos la luz de la mañana. La
silueta de Arcos y la peña sigue en el trasfondo. Aunque algunos
plásticos desentonaban, no conseguían mermar la sensación de plácidez e
intimidad en medio de una naturaleza tan cercana y tan recóndita. Un
regalo de este preámbulo de primavera.
UN LIBRO, UNA OREJA
Hace 4 días
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