martes, 31 de marzo de 2009

La tinaja rota




En abril de 2004 durante las obras para habilitar habitaciones con terraza, los albañiles rompieron una de las tinajas antiguas tinajas de aceite que se hallaron en la casa semienterradas. Fue una época difícil, dolorosa. La fractura parecía irreparable. Durante un par de años busqué con tesón quien pudiera restaurarla. En vano. Incluso un día pensé en tirarla. Pero no lo hice. Me había resignado a que esta fuera la "ruina" de esta casa de principios del XVIII. Les decía a Beatriz y a Laura - No queda tan mal¿verdad?- mientras miraba los pedazos amontonados en una de las terrazas. Pero en mi fuero interno sentía  un profunda vergüenza, o pena. O una mezcla de ambas.

 Y cuando ya había aceptado que esto era así, que no tenía remedio, por azar, el año pasado, al cabo de cuatro años, alguien me dijo quién podía reparar la vasija. Al cabo de una semana la tinaja recompuesta se erguía de nuevo. En realidad yo sólo la había visto tumbada. Hace muchos años  estuvo erguida pero enterrada. El valor de la tinaja estaba en su utilidad, conservar el aceite. Ahora, en su grandeza, con su porte imponente, simplemente sirve para regalo de nuestros ojos y de mi corazón.  Como de costumbre, las cosas no suceden por casualidad sino en su y en nuestro momento.


Quiero acompañar esta pequeña historia con  un hermoso cuento de Las mil y una noches:


La tinaja rota 
Un pobre aguador iba cada día al manantial con sus dos tinajas colgando de los extremos de un palo que llevaba sobre los hombros. Vivía con las pocas monedas que obtenía con ello.
Una de las tinajas se agrietó, pero el aguador siguió con su diario recorrido aunque la tinaja rota llegaba con la mitad del agua.
Cierto día la tinaja le habló:
- Estoy avergonzada y te pido disculpas porque debido a mis grietas el agua se escurre y sólo obtienes conmigo la mitad de la paga que te correspondería. Sin embargo, en lugar de cambiarme por una tinaja nueva me has mantenido a tu lado.
- Hay algo que quiero mostrarte- le dijo el aguador-...fíjate en el camino.
La tinaja observó que en el lado izquierdo crecían muchas flores.
-Antes, cuando llevaba el agua hasta el pueblo- prosiguió el aguador-, recibía las mismas monedas por ambas tinajas. Pero cuando noté que te habías agrietado, vi que la tierra cobraba vida mediante el agua que perdías. No quise cambiarte, sembré semillas de flores a lo largo del camino y todos los días las has regado.
¡Gracias a ti los colores de las flores me alegran el camino!
Si no fueras como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear tanta belleza.




































Después de cuatro años la tinaja  podía repararse...